Vézelay. La tumba de María Magdalena

La iglesia abacial del siglo XII de Santa María Magdalena de Vézelay en Francia es una obra maestra del arte y la arquitectura románica borgoñonas. Los orígenes de Vézelay están relacionados con la leyenda en torno a un caballero. Hacia 960 Girart de Roussillon, el héroe del poema épico que lleva su nombre fundó un monasterio a orillas del Cure, junto a su esposa Berthe. Devastado unos años más tarde por los normandos se reconstruyó como abadía benedictina en la cima de una colina cercana, donde se encuentra actualmente.

Lugar de devoción desde el siglo IX, la colina de Vézelay se hizo famosa cuando se propagó la noticia de que las reliquias de santa María Magdalena, la pecadora  descansaban en una abadía situada en ella. El gran flujo de peregrinos a que ello dio lugar hizo necesaria la construcción de una gran iglesia. La reconstrucción de la antigua iglesia abacial consagrada en el 1104. quedó destruida en el 1120 a causa de un incendio. Volvió a reconstruirse la iglesia, a la que se añadió un nártex en 1140-1150 a la nave de unos sesenta metros de longitud, se había consagrado la basílica de de Santa María Magdalena y sesenta monjes vivían en su monasterio.  Se convirtió en destino de peregrinación aún más frecuentado por encontrarse al principio de la Via Lemovicensis, nombre latino de Limoges, uno de los cuatro caminos de peregrinación a Compostela. La afluencia de peregrinos fue tal que hizo que el pueblo alcanzara la elevada cifra para la época de 8000-10000 habitantes.

Vezélay llegó a ser tan crucial que en un domingo de Pascua de 1146, San Bernardo convocó allí los ejércitos de la segunda cruzada estando a la cabeza el rey Luis VII, la reina Leonor  y una hueste de barones y  prelados. Y 44 años más tarde, los ejércitos de Ricardo Corazón de León y de Felipe II Augusto de Francia, se encontraron también allí antes de partir hacia Palestina para protagonizar la tercera cruzada. En 1217 Francisco de Asís escogió la colina para fundar el primer establecimiento franciscano en tierra francesa y Luis IX, San Luis, lo visitó en cuatro ocasiones.

Posteriormente, sin embargo, Vézelay cayó en desgracia. La autenticidad de las reliquias fue puesta en duda y el número de peregrinos disminuyó drásticamente. Con el tiempo, los monjes abandonaron la abadía y durante las guerras de religión del siglo XVI, los hugonotes utilizaron la basílica como granero y cuartel militar. A mediados del siglo XIX, un joven restaurador de nombre Viollet-le-Duc devolvió a la basílica su esplendor original.

En el centro del tímpano, Jesucristo reina dentro de la mandorla con las piernas inclinadas hacia la izquierda. Bajo sus brazos abiertos , los apóstoles están sentados a ambos lados con libros en las manos y reciben el Espíritu Santo, representado por haces de luz que salen de los dedos de Cristo. De acuerdo con los Hechos de los Apóstoles en las casilllas radiales se presenta a los pueblos que deben ser misionados, cuyo aspecto se remonta a los conceptos de la antigüedad helenística. En la parte derecha del dintel aparece una familia de escitas con enormes orejas, pigmeos y gigantes, guiados por el apóstol Pedro y posiblemente Pablo. A la izquierda se lleva a cabo el sacrificio pagano de un toro, al que le siguen romanos y escitas como representantes de los pueblos pre-cristianos. Como relación ideológica entre el Antiguo y el Nuevo Testamento se indica la monumental figura de Juan Bautista, que parece junto a Cristo en el parte luz.

Con sus arcos redondeados, sus pesados pilares y otros motivos inspirados en la antigua Roma, el estilo románico de Vézelay expresa la ferviente espiritualidad de la Edad Media. Su orden y armonía son una muestra de la razón divina y su techo invita al creyente a la reflexión interior, alejada del mundo sensual. Su mampostería coloreada crea una atmósfera crepuscular y mística y sus decorativas esculturas ilustran historias sobre Dios, seres corrientes y, santos y monstruos, para inspirar y halagar, para impresionar y aterrar. Mediante figuras seculares y religiosas, las esculturas de Vézelay, una cumbre del arte románico, encierran tanto el humanismo como la santidad de la época.

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