Paul Nicklen es un famoso fotógrafo profesional que ha participado en reportajes para National Geographic entre otras. Posiblemente hablemos de él en más de una ocasión, ahora os dejo un acercamiento, toma de contacto para los que como yo, lo ha descubierto recientemente pese a reconocer sus fotos, el video promocional de su última obra Polar Obsesión, donde nos cuenta sus vivencias retratando las focas leopardo, para los que ya lo conozcáis; y un articulo donde explica los cambios que está sufriendo el planeta desde su experiencia en el Ártico, donde ha vivido y trabajado la mayor parte de su vida.
Lo que mis modestos conocimientos de inglés me permiten entender es que tras varios días que Paul permaneció en el agua para su reportaje, la foca leopardo le mostró que comía pingüinos y le acercaba los que ella cazaba para alimentarlo, otra muestra de la “humanidad” de los animales y que no dejan de aleccionarnos al respecto.
La vida en el borde
En una gélida tarde de mayo, me deslicé por una grieta en el hielo marino y me sumergí en el océano Ártico. El golpe del agua helada en mi cara y mi capucha de neopreno fue tan violento que creí que vomitaría. Nadaba al sur del Estrecho de Lancaster, en el extremo norte de la Isla de Baffin, en el Ártico canadiense. El agua estaba a -1.6 °C, temperatura cercana al punto de congelación del agua de mar. Apretaba el regulador con los dientes mientras intentaba reprimir las náuseas. Pronto mi respiración se hizo más lenta y, con la cabeza adormecida por el pasmo, nadé hacia la oscuridad. De repente alcé la mirada hacia el hielo, esperando verlo como suele estar a principios de esta estación: azul, monótono, sin vida; sin embargo, algo no encajaba.
El hielo estaba teñido de verde y marrón. Se movía. Parpadeé y revisé mi profundidad. Me aseguré de no estar sufriendo de vértigo, mortal para un buzo solitario que trabaja bajo un techo de hielo de casi un metro de espesor. Fue entonces cuando me percaté de lo que veía: no era sólo hielo, sino una enorme nube de anfípodos, pequeños crustáceos parecidos a los camarones, comiendo el fitoplancton que crece en la parte inferior del hielo durante la primavera, cuando el sol regresa al Ártico. Estaba viendo la base del ecosistema, la combinación de hielo y diminutas formas de vida, de la que dependen todos los animales de mayor tamaño: osos polares, ballenas, aves y focas.
He pasado toda mi vida en el Ártico canadiense, y he dedicado gran parte de mi carrera a fotografiar el borde donde el hielo se encuentra con el mar abierto. Cuando empecé a trabajar, el hielo marino parecía invulnerable: permanecía aun en los meses más calurosos. El hielo no sólo es un paisaje, sino que forma parte de los procesos biológicos de todas las criaturas que viven en esta helada inmensidad.
Durante todo el año, pero especialmente en primavera, los osos polares deambulan y cazan en el hielo; las focas descansan y dan a luz sobre él. Las enormes ballenas de Groenlandia llegan para alimentarse de anfípodos y copépodos. Las ballenas blancas o belugas y los narvales se les unen y persiguen bacalaos del Ártico, que esconden sus larvas en estrechos huecos en el hielo.
En los últimos 10 años, las cosas han cambiado. Los polos se están derritiendo a una velocidad alarmante; a medida que el calentamiento global los reduce, la posibilidad de un Ártico sin hielo, cuando menos en verano, se acerca cada vez más a la realidad. El Estrecho de Lancaster, uno de los hábitats marinos más fecundos y la porción oriental del famoso Paso del Noroeste, pronto podría ser testigo de un nuevo capítulo en la historia marítima: conforme disminuya el hielo, tal vez se vea un considerable aumento de la navegación de grandes barcos cargueros y buques tanques por el estrecho y las zonas que lo rodean, regiones antes rara vez surcadas. Algunos científicos creen, incluso, que durante el verano no habrá hielo en el Ártico, lo que condenaría a la extinción, en menos de un siglo, a especies como el oso polar.
Estas fotografías representan el trabajo de un decenio. Contienen mi pasión por los ecosistemas nutridos por el hielo marino en un paisaje de color azul y blanco. También llevan un mensaje, que entendí con repentina claridad aquel día de mayo: si las temperaturas globales siguen aumentando, es probable que el hielo desaparezca. Un Ártico sin hielo sería como un jardín sin tierra.
Texto extraido de: http://ngenespanol.com/2007/06/01/la-vida-en-el-borde/
Pagina Web de Paul Nicklen.
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