El documental comienza en el siglo XIII, en una aldea de montaña situada en algún lugar de Francia. En la aldea vive Mathieu, un joven interesado por el conocimiento que ha oído hablar de un Camino que conduce a Santiago de Compostela, donde dicen se encuentran enterrados los restos del Apóstol. Pero la motivación de Mathieu no es sólo litúrgica; él sabe que toda persona que emprende esta peregrinación acaba convirtiéndose en un ser más sabio, más conocedor de sí mismo. Muchos le reconocen capacidad al camino para transformar al viajero, lo que lo eleva a la categoría de camino de iniciación.
Pero no es un viaje exento de peligros. A lo largo de él, Mathieu tendrá que superar muchas pruebas. Algunas de ellas le llevarán casi hasta la muerte, tras ser asaltado por unos bandoleros que se hacían pasar por peregrinos. Afortunadamente, en el siglo XIII, ya existían multitud de albergues y hospitales a lo largo del Camino que habían sido construidos por los monjes cluniacenses para ayudar al viajero. En uno de estos hospitales, Mathieu descansa y se recupera de sus heridas.
Mathieu conoce a mucha gente durante su periplo. Entre ellos, se topa con unos caballeros templarios que juegan con un tablero de la oca en una posada.
Dice la leyenda que fueron los soldados griegos los que durante el sitio de Troya inventaron este juego de gran simbolismo. Observándolos jugar, Mathieu descubre el significado de algunos de los símbolos representados en las casillas del tablero, como la espiral, la propia oca o los laberintos.
El viaje de Mathieu transcurre por varios lugares emblemáticos de todo el norte de España antes de llegar a Finisterre, para los antiguos, último rincón occidental del mundo y el lugar en el que empezaba el país de los muertos. Así, visita monasterios como el de San Juan de la Peña, en Aragón; el de Leyre, en Navarra; o el de Sahagún, en León, y repara en toda la simbología que se muestra en sus piedras. También se sorprenderá al ver cómo, en las iglesias monásticas de San Juan de Ortega o de Santa Marta de Tera, un capitel es iluminado directamente por los rayos del sol los días de equinoccio.
Después de haber entrado en contacto con algunos de los diversos gremios que florecieron en esta Europa primigenia a la orilla del Camino de Santiago, como el de los maestros canteros, los vendedores de conchas y el de los azabacheros, el viaje de Mathieu termina en un lugar en la costa de nombre Fisterre, donde acaba el mundo y el sol experimenta cada día una particular y hermosa muerte. Es precisamente allí donde Mathieu se encuentra consigo mismo y culmina su personal viaje iniciático...
Pero no es un viaje exento de peligros. A lo largo de él, Mathieu tendrá que superar muchas pruebas. Algunas de ellas le llevarán casi hasta la muerte, tras ser asaltado por unos bandoleros que se hacían pasar por peregrinos. Afortunadamente, en el siglo XIII, ya existían multitud de albergues y hospitales a lo largo del Camino que habían sido construidos por los monjes cluniacenses para ayudar al viajero. En uno de estos hospitales, Mathieu descansa y se recupera de sus heridas.
Mathieu conoce a mucha gente durante su periplo. Entre ellos, se topa con unos caballeros templarios que juegan con un tablero de la oca en una posada.
Dice la leyenda que fueron los soldados griegos los que durante el sitio de Troya inventaron este juego de gran simbolismo. Observándolos jugar, Mathieu descubre el significado de algunos de los símbolos representados en las casillas del tablero, como la espiral, la propia oca o los laberintos.
El viaje de Mathieu transcurre por varios lugares emblemáticos de todo el norte de España antes de llegar a Finisterre, para los antiguos, último rincón occidental del mundo y el lugar en el que empezaba el país de los muertos. Así, visita monasterios como el de San Juan de la Peña, en Aragón; el de Leyre, en Navarra; o el de Sahagún, en León, y repara en toda la simbología que se muestra en sus piedras. También se sorprenderá al ver cómo, en las iglesias monásticas de San Juan de Ortega o de Santa Marta de Tera, un capitel es iluminado directamente por los rayos del sol los días de equinoccio.
Después de haber entrado en contacto con algunos de los diversos gremios que florecieron en esta Europa primigenia a la orilla del Camino de Santiago, como el de los maestros canteros, los vendedores de conchas y el de los azabacheros, el viaje de Mathieu termina en un lugar en la costa de nombre Fisterre, donde acaba el mundo y el sol experimenta cada día una particular y hermosa muerte. Es precisamente allí donde Mathieu se encuentra consigo mismo y culmina su personal viaje iniciático...
GRAN BLOG!!
ResponderEliminarmuy bueno el blog, saludos.!
ResponderEliminarMuchas gracias y saludos a los dos!
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